LOS FANTASMAS DE LA CANDELARIA

CENTRO HISTÓRICO DE BOGOTÁ...





Un duende que les coge las piernas a las señoras, un hombre vestido de cortesano que atraviesa puertas y paredes, una mula que, desbocada, corre por las calles del barrio y un alma en pena que deambula por la plaza, son algunos de los personajes de los que oirá hablar mientras recorre La Candelaria. Algunos dicen que, tal vez, los podrá sentir y otros aseguran que, incluso, los podrá ver.


Un duende que les coge las piernas a las señoras, un hombre vestido de cortesano que atraviesa puertas y paredes, una mula que, desbocada, corre por las calles del barrio y un alma en pena que deambula por la plaza, son algunos de los personajes de los que oirá hablar mientras recorre  La Candelaria. Algunos dicen que, tal vez, los podrá sentir y otros aseguran que, incluso, los podrá ver.
La Candelaria es uno de los barrios que, según sus propios habitantes, más fantasmas tiene.
Los oyen, los ven y los sienten y los leen también, en centenares de crónicas y libros que describen a las almas en pena, los duendes y los fantasmas que habitan o habitaron en la localidad.
Los vecinos y los libros Mitos y leyendas populares en Colombia, Las casas que hablan y Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá, fueron el punto de partida para que los jóvenes del programa turístico Oficina de Sueños se inventaran un recorrido nocturno por el barrio en el que, a la luz de la luna y por las calles desocupadas, un guía cuenta historias de fantasmas.

El Duende Baltazar.

En el siglo XVIII, en una casa de la calle 13 con carrera 5a, vivía una mujer soltera que quedó embarazada. Avergonzada y para evitar el repudio de la sociedad, durante meses se escondió en su casa y cuando nació el bebé lo botó en el aljibe que se encuentra en el patio central. Cuentan que el duende del bebé, llamado Baltazar, sale de vez en cuando a asustar a las mujeres. Y cuentan también que en el patio están las huellas de sus pies descalzos.
Hasta hace pocos años en la casa funcionaba un restaurante. Según los comensales de la época, los niños siempre jugaban solos. Y según los meseros nunca podían dejar las mesas arregladas porque a la mañana siguiente las encontraban desordenadas. Ahora dicen que a Baltazar le encanta jugar con los niños y que desarreglar la casa era una de sus travesuras más frecuentes. Una casa que ahora se encuentra abandonada.

La lavandera.

Durante muchos años las mujeres que habitaron en una casa de la calle 10 con carrera 3a estuvieron agradecidas con un extraño fenómeno. La ropa sucia que dejaban por las noches amontonada en el patio amanecía lavada y colgada en los tendederos.
Hace poco tiempo, durante una restauración que le hicieron a la casa, se encontraron los restos de una mujer que había sido enterrada en una de las paredes de la antigua edificación.
La mujer fue enterrada y en la casa, nunca más, amanecieron, misteriosamente, los tendidos repletos de ropa.

La casaca verde.

Cuenta Ángel Cuervo en una de sus crónicas que una tarde de domingo, cuando vivía en la calle 10 con 3a, escuchó unos pasos que subían las escaleras. Enseguida fue a ver quién se encontraba y se topó con la imagen de un hombre con peluca, casaca verde, pantalón a las rodillas, medias de seda y zapatos de tacón.
Cuervo lo persiguió preguntándole quién era, pero la imagen corrió y desapareció al pasar una pared. Años después, el cortesano fue asociado con el Virrey Espeleta, quien vivió en esa casa, hoy sede de la Fundación Gilberto Álzate Avendaño.

El fantasma de la plaza.

Decían que el doctor José Raimundo Russy, quien estudió derecho en el San Bartolomé, era el abogado de los pobres porque protegía a los obreros, las prostitutas, los emboladores y los voceadores. Un día, Russy se ve involucrado en un robo en la Calle Real, que termina con el asesinato de un hombre llamado Manuel Ferro. Russy es acusado y fusilado en la Plaza Mayor.
Son muchos los vecinos que todavía dicen que su espíritu aparece por las noches rondando la Plaza de Bolívar. Aún conserva la figura de un hombre de 35 años, delgado y de estatura mediana. Un hombre que siempre va vestido con una capa azul.

Los otros.

Y hay muchos más. Están los fantasmas de las personas que mandaron al patíbulo durante la reconquista, la imagen de una mula herrada que corre por las calles y de cuyos cascos salen chispas, los espíritus de decenas de personas que arrastran sus cadenas en la antigua sede del DAS (donde ahora queda un conjunto residencial) y alrededor de 20 historias más que le contarán los guías durante el recorrido.

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