El venado de oro - Leyenda Bogotana
El venado de oro - Leyenda Bogotana
Inspiración de la Comparsa de la
Candelaria y les contamos la leyenda.
La historia cuenta
que en época de la conquista española, en el siglo dieciséis, los indígenas
Muiscas escondieron muchos tesoros en cuevas, huecos y cerros inclinados
alrededor de Bogotá. Y uno de estos tesoros fue escondido en una cueva del
Cerro Guadalupe, era un venado de oro de tamaño natural junto con numerosas
joyas indígenas creadas por los Muiscas.
Cuentan que a
finales del siglo diecisiete, llegó a Bogotá un portugués aventurero llamado
Diego Barreto, un aficionado a los juegos de azar, quien se enamoró de la bella
Bogotana Inés Domínguez, hija del comerciante Pedro Domínguez Lugo, quien era
viudo.
La casa de Inés y su padre estaba ubicada arriba del barrio Las Nieves, que
limitaba al sur con el Río San Francisco, al norte con la Recoleta de San
Diego, al oriente con los pies de los cerros de Monserrate y Guadalupe, y al
occidente con la Alameda Vieja.
Cuentan además que cuando Diego le llevaba una serenata a Inés, el padre de
la joven lo atacó con su sable. Afortunadamente el joven alcanzó a esquivar el
golpe, e hirió al papá de Inés, dejándolo casi muerto en la puerta de su casa.
Huyendo de la justicia, el joven portugués se fugó velozmente por los
montes cercanos al cerro de Guadalupe. Ante un fuerte aguacero, se refugió en
una cueva que estaba llena de vegetación. Al rato de estar allí metido y con
los ojos ya acostumbrados a la oscuridad del lugar, alcanzó a divisar un venado
de oro sólido y tallado.
Dicen que la
riqueza era inmensa, pero no podía disfrutarla inicialmente por la persecución
de las autoridades. Decidió entonces arrancarle los cuernos al venado y salió
de la cueva dejando clavada su espada para saber que allí estaba el resto del
tesoro.
Cuentan
que Diego Barreto en sus viajes por América, recorrió diversas regiones pero
siempre llevaba las ansias de volver por el resto del venado de oro. Cuatro
años más tarde regresó a Bogotá convencido de que nadie recordaba el delito que
había cometido. Sin embrago el mismo Pedro Domínguez, quien se había curado de
las heridas, lo esperó en un callejón oscuro y sin salida y lo atravesó con su
espada "venganza a mi agravio" gritó Pedro.
Don
Diego murió de inmediato y se llevó con él, el secreto del lugar donde se
hallaba el famoso venado de oro. Desde entonces muchas personas de Bogotá y a
los que les cuentan la historia, buscan el venado de oro, que quedó como una
leyenda en las cuevas del cerro de Guadalupe.
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